EL MISTERIO DE LA IGLESIA COMUNIÓN

 

Con la imagen de la vid y los sarmientos (cfr. Jn 15), el papa San Juan Pablo II en el capítulo 2 de la Christifideles Laici hace una buena presentación de la Eclesiología de comunión propia del Vaticano II y a la luz de la cual se puede entender mejor la participación de los fieles laicos en la evangelización y la actividad pastoral de la Iglesia.

La comunión de Jesús con los discípulos es una comunión viva y vivificante, por la cual los cristianos ya no se pertenecen a sí mismos, sino que son propiedad de Cristo, como los sarmientos a la vid. Luego añade que la comunión de los cristianos entre sí nace de su comunión con Cristo (ChL, 18).

Para el Vaticano II, la comunión define el mismo misterio de la Iglesia. Los saludos de las cartas paulinas y el saludo de acogida en el inicio de la celebración eucarística nos remiten a este misterio de comunión.

El concilio y la eclesiología de comunión:

Es la idea central de la Eclesiología del Concilio Vaticano II y así está bien indicado en Christifideles Laici 19. 

"Esta comunión tiene lugar en la Palabra de Dios y en los sacramentos. El Bautismo es la puerta y el fundamento de la comunión en la Iglesia. La Eucaristía es fuente y culmen de toda la vida cristiana" (cfr. Lumen Gentium, 11), y la comunión eucarística edifica la íntima comunión de todos los fieles en el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia (cfr. 1 Cor 10,16ss).  Se nos recuerda que poco después del Concilio, en la alocución del 8 de junio de 1966, el papa Pablo VI retomó el tema de la comunión: "La Iglesia es una comunión. ¿Qué quiere decir en este caso comunión?... Iglesia quiere decir comunión de los santos. Y comunión de los santos quiere decir una doble participación vital: la incorporación de los cristianos a la vida de Cristo, y la circulación de una auténtica caridad en todos los fieles, en este y en el otro mundo. Unión a Cristo y en Cristo; y unión entre los cristianos dentro de la Iglesia" (ChL, 19).

"Ya en sus primeras líneas Lumen Gentium comprendía maravillosamente esta doctrina diciendo: La Iglesia es en Cristo como un sacramento, es decir, signo e instrumento de la íntima unión del hombre con Dios y de la unidad de todo el género humano (LG, 1). Y también ha querido Dios santificar y salvar a los hombres no individualmente y sin ninguna relación entre ellos, sino constituyendo con ellos un pueblo que lo reconociese en la verdad y lo sirviera santamente" (LG,9 ChL,19).

Una comunión orgánica: diversidad y complementariedad

"La comunión eclesial se configura, más precisamente, como comunión "orgánica", análoga a la de un cuerpo vivo y operante. En efecto, está caracterizada por la simultánea presencia de la diversidad y la complementariedad de las vocaciones y condiciones de vida, de los ministerios, de los carismas y de las responsabilidades. Gracias a esta diversidad y complementariedad cada fiel laico se encuentra en relación con todo el cuerpo y le ofrece su propia aportación" (ChL,20).

Esta figura de la comunión orgánica del Cuerpo Místico de Cristo es propia del apóstol San Pablo, siendo el Espíritu Santo el que suscita y mantiene esta unidad y variedad en la Iglesia.

"El Espíritu habita en la Iglesia y en los corazones de los fieles como en un templo (cf. 1 Cor 3,16; 6,19), y en ellos ora y da testimonio de la adopción filial (cf. Ga 4,6; Rm 8,15-16.26). Él guía la Iglesia hacia la completa verdad (cf. Jn 16,13), la unifica en la comunión y en el servicio, la instruye y dirige con diversos dones jerárquicos y carismáticos, la embellece con sus frutos (cf. Ef 4,11-12; 1 Cor 12,4; Ga 5,22)" (LG,4).

"La comunión eclesial es, por tanto, un don, un gran don del Espíritu Santo, que los fieles están llamados a acoger con gratitud y, al mismo tiempo, a vivir con profundo sentido de responsabilidad. El modo concreto de actuarlo es a través de la participación en la vida y misión de la Iglesia, a cuyo servicio los fieles laicos contribuyen con sus diversas y complementarias funciones y carismas" (ChL, 20).