Editorial
 
 
LA PEQUEÑA COMUNIDAD: TODA UNA PASTORAL SOCIAL

Los nuevos enfoques de la Pastoral Social plantean el camino de esta importante dimensión de la fe y de la actividad pastoral en tres niveles interrelacionados: pastoral social de asistencialismo (dar el pescado), pastoral social de promoción humana, y pastoral social estructural. Siempre serán necesarios los tres y ninguno excluye los otros.

La acción social más conocida es la asistencialista, tanto en el escenario civil como en el eclesial. Es la obra de caridad, apoyo o ayuda que se orienta a entregar cosas, bienes o servicios; esto tiene su importancia pero no pasa del alivio temporal o momentáneo de las necesidades y, generalmente, genera dependencia e incapacidad.

Justamente porque el asistencialismo es insuficiente y puede volverse un elemento deformante de las personas y las comunidades, la Iglesia viene insistiendo en la necesidad de una intervención social de caridad y ayuda más digna e integral, en la que el donante y el beneficiado se encuentren como personas para intercambiar conocimientos, experiencias y proyectos; en donde no sólo interesan los beneficios sino las personas Este es el nivel llamado de promoción humana.

Pero también la Iglesia, maestra en la fe y experta en humanidad como bien lo indicaba el beato Pablo VI, sabe que la promoción humana y la superación de la indigencia y la miseria requieren cambios estructurales que afecten positivamente el orden económico, político y cultural, de acuerdo a los principios básicos de la antropología cristiana, los cuales frecuentemente también tienen eco en el orden civil y transnacional como en la ONU y en organizaciones civiles y políticas diversas. Así, facilitar la generación de estructuras coherentes con el humanismo cristiano debe ser también un objetivo de la Pastoral Social.

La Iglesia ha venido trabajando mucho en estos niveles de la dimensión y proyección social de la fe y en ello han puesto mucho sentido las Cáritas nacionales y diocesanas a tal punto que estas organizaciones y/o instituciones eclesiales han logrado un justo reconocimiento y respaldo social y un sitial en el escenario político, institucional y gremial.

Son ya numerosas las acciones exitosas y las experiencias piloto de intervenciones y propuestas sociales inspiradas en el Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia. Aquí también la Iglesia se ha constituido como maestra y referente de un nuevo orden de cosas que corresponda al plan de Dios y, por lo mismo, a los anhelos más auténticos del ser humano. La acción social de la Iglesia es vista por propios y extraños con ilusión, esperanza y aún como la tabla de salvación en un mundo con tantos desequilibrios y abusos.

En este escenario, y en la respuesta de la Nueva Evangelización, hay una realidad eclesial en surgimiento y que en sí misma es toda una pastoral social integral, es decir, que asume la intervención caritativa asistencial, pero aún más la promoción humana y la transformación y renovación de las mencionadas estructuras. Se trata de la Pequeña Comunidad.
 
Estamos hablando de la Pequeña Comunidad de evangelizados en una parroquia, participando y asumiendo un Plan Pastoral de Misión y Pastoral Integral, en el que se da todo a todos, e involucrados todos.

La Pequeña Comunidad se constituye como una exquisita obra de Dios y de la Iglesia en donde el presupuesto principal es "ser hermanos en la fe, formando una familia en Cristo, abierta a la Iglesia y al mundo con sentido de pertenencia por la Parroquia y su entorno".
 
Esta estructura comunitaria, propuesta en el SINE (Sistema Integral de Nueva Evangelización) y acogida por un grupo de Iglesias Diocesanas en Colombia se está gestando en parroquias de varios países.

La Pequeña Comunidad es toda ella una Pastoral Social Integral porque su misma condición facilita y lleva al compromiso integral por las personas, comenzando por los mismos integrantes de la comunidad y en vínculo directo y permanente con la Parroquia. Tanto es que en el encuentro semanal, cada pequeña comunidad vive la acogida fraterna, la oración comunitaria, la edificación espiritual y el ejercicio de la solidaridad social, como elementos esenciales de su ser.

En la Pequeña Comunidad cada uno es aceptado y valorado por su ser persona, asumiendo en la fe un proyecto de vida con marcado acento comunitario. Así en las pequeñas comunidades de la Nueva Evangelización encontramos diversidad de personas con un solo corazón y una sola alma al estilo de la primera comunidad cristiana. Allí todos tienen valor absoluto por su ser hijos de Dios, por su carácter de bautizados y por su vinculación a la Iglesia.

La inclusión, la acogida, el compartir comunitario, el apoyo en todos los niveles, la proyección apostólica y la aportación económica responsable, hacen de la Pequeña Comunidad un permanente espacio de sanación, dignificación y promoción de sus miembros y esto repercute en bien de toda la comunidad por el compromiso apostólico asumido en y desde en la parroquia.

Bonitas experiencias de comunión de bienes, solidaridad mutua, intercambio de servicios y saberes, emprendimiento microempresarial, generación de estructuras comunitarias solidarias, y de participación e incidencia política, nos van indicando que las Pequeñas Comunidades son un espacio privilegiado de sanación, promoción y transformación social. Son una verdadera obra de Dios que todo lo hace nuevo y bueno para el bien de sus hijos.

Luego, en un proceso de discernimiento comunitario de carismas y con el apoyo de la Pequeña Comunidad, algunos miembros de ella se comprometen en el Ministerio de Pastoral Social en la Parroquia, recibiendo allí la formación adecuada y permanente para desempeñarse con competencia e integralidad en esta instancia de servicio parroquial.

Pbro. OVIDIO GIRALDO VELÁSQUEZ
Red de Nueva Evangelización

Fecha: 14 de Noviembre de 2014
Lugar: Colombia
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