Os anunciamos lo que hemos visto y oído
Alegraos, justos, con el Señor.
Los montes se derriten como cera / ante el dueño de toda la tierra; / los cielos pregonan su justicia, / y todos los pueblos contemplan su gloria. R.
Amanece la luz para el justo, / y la alegría para los rectos de corazón. / Alegraos, justos, con el Señor, / celebrad su santo nombre. R.
El primer día de la semana, María Magdalena echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto." Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró.. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Celebramos la fiesta del Apóstol Juan, quién narró, de manera exquisita, la vida y obra de Jesús de Nazaret en un relato evangélico: el cuarto Evangelio. En este relato, la comunidad de Juan dejó bien claro, desde el prólogo, que el Verbo se hizo carne y puso su morada en medio del mundo. Esta realidad de la encarnación, pero también de la muerte y resurrección de Jesús, es lo que en definitiva tiene que regir la vida de todo hombre y mujer que quiera adherirse a Él. Celebrar la fiesta de este Apóstol en días de Navidad, es una invitación a dejar que la novedad de Jesús de Nazaret haga nueva nuestra vida, a fin de poder ser testimonio delante del mundo del amor de Dios que quiere la vida en abundancia y la felicidad total para sus hijos e hijas. Si le creemos a Jesús ¿Aceptamos su propuesta novedosa? ¿Estamos dispuestos a ir hasta las últimas consecuencias aceptando el Reino que Jesús predicó?